Ser webcamer en Medellín
En Colombia se calcula que hay unos 600 estudios web cam. Ser webcamer en Medellín
Incremento hasta del 40% en ganancias. Luisa Fernanda Ceballos Gallego, administradora de un estudio en Armenia, contó cómo el coronavirus las ha favorecido.
Mientras que la mayoría de los sectores de la economía están de capa caída y hasta en la quiebra debido a la crisis provocada por la COVID- 19, hay uno al que el virus favoreció con sus coqueteos, pues va en repunte monetario. Se trata del negocio de las chicas webcam.
Luisa Fernanda Ceballos Gallego, natural de Caicedonia, Valle del Cauca, y su esposo manejan, desde hace 6 años, un estudio con mujeres entre los 18 y 35 años de edad, que libremente ejercen este oficio en algún lugar de Armenia.
Ella, de 29 años de edad, reveló que desde que se decretó el confinamiento nacional, el pasado 20 de marzo, la facturación y las inscripciones en la plataforma en la que los clientes se apuntan para las sesiones virtuales eróticas han aumentado entre un 30 % y 40 % comparado con lo que registraban antes de la epidemia.
Lo llamativo, explica Luisa Fernanda, es que la mayoría de los usuarios que buscan estos servicios ni siquiera son de Colombia, son Europa y de Norteamérica, donde el coronavirus ha afectado con mayor fuerza, dejando a su paso millones de contagiados y de muertos.
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Del erotismo pasaron a ser consejeras virtuales
Los extranjeros, en su mayoría, cuando entran en confianza con las chicas webcam les manifiestan que se sienten solos y angustiados porque están lejos de sus seres queridos, que no tienen nada qué hacer y quieren conversar, encontrar una compañía al otro lado de la pantalla así sea simplemente para desahogarse, para sentirse escuchados y, al parecer, mucho mejor para ellos si quien oye sus infidencias es una desconocida, alguien ajena a sus vidas, que no los va a juzgar. Grande ha sido la sorpresa de muchas de estas chicas cuando algunos de sus conversadores clientes les confiesan que están en la lista de los ‘ponchados’ por el coronavirus y no saben qué hacer.
Según la administradora del estudio, por estos días de encierro mundial obligado, en los que la gente se siente estresada y llena de temores, ellas han cumplido hasta el rol de ‘sacerdote’, porque muchos se les confiesan. Una de las muchas diferencias que las jóvenes webcam tienen con los purpurados es que no pueden perdonar los pecados de esos cristianos y más bien los inducen a cometerlos con tan solo mostrar sus sensuales vestimentas y sus movimientos seductores frente a la cámara del computador.
De hecho, con mucha frecuencia los clientes, rendidos ante los atributos de estas mujeres, les expresan su deseo de pasar de las citas virtuales eróticas a las reales. Sin embargo, cada sesión es supervisada y por los reglamentos internos no está permitido que eso ocurra. “Si lo llegarán a comprobar sería una causa de despido, porque estaríamos induciendo a la prostitución”, aseguró Luisa Fernanda.
La pandemia rebajó, en gran medida, los ciberencuentros con fines eróticos para aumentar aquellos con objetivos terapéuticos, sanadores, reconfortantes pero para la salud mental y no tanto del deseo sexual.
“Lo que se busca es que la chica pueda entender un poco la necesidad del usuario y por ende tiene que preguntar de dónde es, si es casado, si tiene hijos, entre muchas otras cosas. Es como una relación personal, pero llevada a lo virtual, cuando conoces a alguien le empiezas a hacer esa serie de preguntas, es exactamente igual dentro del ciberespacio. Dependiendo de qué es lo busca el personaje empezamos a satisfacerlo”, explicó.
Las mujeres webcam son ahora una especie de consejeras, de sicólogas empíricas virtuales a distancia, que reciben de 3 a 15 dólares por minuto por solo ‘parar oreja’ y ofrecer una voz de aliento.
Para pagar esas grandes sumas de dinero por ese servicio, los compradores, es deducible, tienen un gran poder adquisitivo. “Atendemos arquitectos, ingenieros, médicos, policías, actores y hasta empresarios”, explicó la administradora del estudio de mujeres webcam. Añadió que el aumento del precio del dólar también las favoreció bastante, porque sus clientes les pagan en esa moneda.
Contrataciones frenadas y fetiches insólitos
Con las condiciones del confinamiento, el negocio de las webcam se puso tan apetecido que muchas mujeres han manifestado su deseo de ser protagonistas de la labor como una manera de conseguir ingresos para palear sus necesidades. “El problema es que actualmente no podemos hacer entrevistas, por lo que estamos evitando el contacto social, entonces no hemos podido incluir a más chicas”.
En Colombia existen 600 estudios en los que en promedio 3.000 modelos prestan el servicio en cada uno. Por los peligros de la pandemia, explicó la administradora del estudio, muchas de las chicas dejaron de trabajar porque tienen su pareja o familiares vulnerables a la enfermedad, pero las que quedaron activas son las que ahora están disfrutando de las ‘mieles’ financieras del negocio, que está en pleno furor.
“Con nosotros las chicas no prestan el servicio desde sus casas, se hace desde los estudios, porque creemos que así ellas son más comprometidas y disciplinadas. Tienen una serie de personas que las acompañan tras bambalinas. Es una empresa completa en la que hay un sicólogo, monitores, administradores, señoras del aseo y hasta la que les enseña a hablar inglés. Tienen muchas personas que les ayudan a potencializarse como modelos”, detalló Luisa Fernanda.
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Estas laboriosas del erotismo también toman precauciones para evitar ser contagiadas del coronavirus. “Lo que estamos haciendo es que se queda una chica por habitación. Si un estudio tiene 10 cuartos, solo puede haber igual cantidad de mujeres y deben estar toda la semana ahí, no pueden salir, se les lleva todo allá, como si estuvieran en su casa. Obviamente estamos con los antibacteriales, los tapabocas, pero el riesgo de contagio para ellas es mínimo, porque nadie de afuera entra a sus habitaciones”.
Una mujer webcam puede llegar a desnudarse frente al cliente si este lo pide. Pero los fetiches de algunos llegan a ser insólitos. “Les pagan por verles el ombligo, por escucharlas cantando. Acá llegan muchos varones, que tienen esposa e hijos, y les gusta vestirse de mujer al escondido de su pareja y les encanta que las modelos los vean”.
Tomado de @croniquindio