-¿Cómo cambió tu vida sexual después de este trabajo?
-En el webcam tuve mi primer orgasmo… (Risas)
-¿Y nunca habías sentido uno?
-Pensé que sí. Esto me hizo redescubrir mi sexualidad.
El placer se presentó ante Katherine Castro Valencia como una cascada que empapó su entrepierna. La colombiana tenía 21 años, dos exnovios a cuestas, cuatro años de mantener relaciones sexuales y jamás había tenido un orgasmo. Pero no lo sabía.
El clímax la dejó sin aliento durante su primer día de trabajo como modelo webcam. No lo niega, temblaba de miedo por tener que quitarse la ropa y tocarse con lascivia delante de la cámara, conectada a una página web de contenido para adultos. Pero se dejó llevar.
Uno de los tantos usuarios que miraba la desnudez de su piel blanca a través de la pantalla pagó para llevarla a un chat privado. Le pidió que usara el hitachi, un juguete sexual con vibración que estimula sus partes íntimas. Eso fue todo.
“Yo nunca había sentido eso”, dijo, y luego soltó una carcajada que agudizó el eco en su lujoso departamento, escaso de muebles, pero ubicado en Ciudad del Río, una zona exclusiva del barrio El Poblado, de Medellín.
Preparación
Desde ese entonces es, bajo el seudónimo de Kate Maze, una de las 4 mil personas que trabaja como modelo webcam en esa ciudad colombiana. En todo el país cafetero hay 30 mil, y en el mundo, 120 mil, calcula Juan Bustos, quien fue el pionero en impulsar esta industria en Colombia, hace 15 años.
Ahora es asesor de modelos webcam VIP y director de una ‘universidad’ que lleva su nombre. Es la primera institución dedicada a la enseñanza y capacitación de quienes aspiran a ganar dinero a través de sus shows eróticos en línea.
“Al principio estaba perdido, pero cuando lo entendí, pensaba que era importante profesionalizar la industria y me enfoqué en cambiar la percepción de las personas. Si bien tiene que ver con desnudos y sexo, también hay un componente de creatividad”, precisó el empresario desde su agencia, donde trabajan aproximadamente 50 personas que ayudan a las aspirantes en desenvolvimiento escénico, cultura general, desarrollo del lenguaje y técnicas que atrapen a su audiencia y les ayuden a conseguir más ‘tokens’, que es la unidad monetaria que se usa en la red y que equivale a cinco centavos de dólar.
A este lugar acudió Katherine cuando la echaron de su empresa por recorte de personal. Juan le explicó cómo era el trabajo y, si se superaba a sí misma, cuánto iba a ganar si se preparaba correctamente.
Le dijo, entre otras cosas, que esto no era prostitución, sino un show erótico, un servicio de entretenimientopara adultos.
La paisa de hoyitos en las mejillas dejó caer lo que quedaba de su timidez sobre la alfombra verde de aquellas oficinas. Allí se convirtió en Kate.
“A mí anteriormente ya me habían hecho esta propuesta, pero yo era una mujer demasiado conservadora en ese momento, y no aceptaba nunca”, recordó con una mueca que acentuaba más los orificios de su rostro.
En su primera sesión, Kate logró 7 mil tokens, que le hicieron facturar 350 dólares en seis horas de trabajo. Actualmente gana entre 2.000 y 3.000 dólares mensuales por ocho horas diarias.
Cada acción, que va desde quitarse la ropa, usar juguetes eróticos u objetos relacionados a alguna fantasía sexual que complazca al usuario, tiene un valor previamente estipulado por la protagonista. “Pero no estamos obligados a cumplirlas. Todo es si yo quiero y si yo lo permito”, aclara la chica que actualmente tiene 23 años y a quien lo más ‘raro’ que le han pedido es mostrar sus pies y hacer prácticas traseras.
Personalidades
“Es que no a todos les gusta o les excita lo mismo”, apunta mientras se acomoda boca abajo sobre el edredón rosado que cubre su cama.
El mismo lugar donde duerme también es su escenario. Hace sus transmisiones en su dormitorio de paredes blancas y grises, adornadas únicamente por lucecitas parecidas a las navideñas.
Y aunque hay casas con varias habitaciones que las agencias webcam alquilan para realizar los shows desde allí, ella prefirió su hogar, donde está su esencia, sus gustos, su olor a perfume floral.
Es que Kate y Katherine comparten algunos rasgos de su personalidad, describe mientras sus uñas largas chocan contra el teclado de su laptop.
¿Y en qué se parecen y en qué no?
Enumera que ambas son alegres, conversonas, que les encanta el baile y que siempre se interesan en los demás. La única diferencia es simple: Kate en cámara muestra todo el cuerpo y Katherine, no.
Son las 16:00 de un miércoles y está a punto de conectarse en una de las dos páginas en las que labora. Trata de hacerlo a la misma hora, pero su horario varía. “De 4 a 10 o a 12, depende de la audiencia”. La de ella, en su mayoría, es de Estados Unidos y por eso está estudiando inglés.
“Aunque no solo es por eso”, se apresura a aclarar. Cree que su camino en este trabajo se acabará en cinco o seis años, cuando se decida a formar una familia.
Vuelve a explicar que, aunque ser modelo webcam no le ha impedido tener novios ni le ha hecho perder amistades, tiene el apoyo de su familia; todo tiene su ciclo y el de ella se acabará en ese lapso, asegura.
Entretanto, ataviada en una body transparente que cubre con una salida de cama negra, clava la mirada en el monitor a la espera de que sus seguidores se conecten, igual que en una transmisión en vivo de Facebook o Instagram.
Con los juguetes al lado de la computadora, trata de ponerle una definición a su trabajo y contradice a quienes aluden que el modelaje webcam es prostitución. “No lo es, porque aquí nadie se acuesta con nadie por dinero. Aquí solo le damos entretenimiento a personas que se conectan (a internet) porque están solos, quieren compañía o les gusta mirar un show de contenido erótico sin salir de su casa”.
¿Y ellos no se enamoran?
Los hoyuelos vuelven a aparecer en una mueca de pena. Ha perdido a tres de sus más fieles seguidores por amor. A ellos ya no les interesa ni los juguetes ni las masturbaciones o los bailes eróticos. Ellos quieren saber de ella todo el día y no recuerdan que Kate muere cuando se apaga la cámara.
-¿Y ahí no puedes fingir que los amas, como se finge un orgasmo?
-No soy capaz de mentirles en ese sentido.
-¿Entonces no todo es sexo en el webcam?
-Como todo en la vida.
Juan Bustos: “No es prostitución”
Juan Bustos, quien también es director de la revista colombiana Camgirl (Chica de cámara) y el hombre tras el imperio del modelaje webcam en ese país, presume que del total de personas dedicadas a este oficio en Latinoamérica, el 90 por ciento son colombianas.
“El 40 por ciento de las modelos del mundo son rumanas, el 30 son de Colombia, el 15 son de Estados Unidos y el restante está diseminado entre otro países de Europa y Asia”, detalló.
La explicación es simple, precisa. Colombia es líder en esta industria porque fue el primer lugar al que llegaron empresarios gringos a desarrollarla.
Aclaró que, a pesar de que es más usual ver mujeres frente a las cámaras, estas conforman el 90 por ciento del global de modelos. El 5 por ciento son hombres, el 3 lo hacen en parejas (por show) y el 2 % son trans.